Un archipiélago portugués que además de playas ofrece un contacto único con la naturaleza en medio de volcanes.

Desde que Europa abrió las puertas sin restricción a los colombianos (por lo menos 26 países de la Unión Europea), la curiosidad por conocer algunos sitios del Viejo Continente se ha intensificado. Entre diciembre del año pasado y hoy, al menos 10.000 personas han viajado. Algunas por trabajo y otras por turismo, pero en lo que tiene que ver con este último aspecto, el interés no sólo se ha concentrado en los destinos reconocidos y tradicionales como España, Francia o Italia, sino por rincones que muestran lo variado e increíble que puede llegar a ser este territorio.

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Hay un archipiélago ubicado en medio del océano Atlántico, del que poco o nada se conoce en nuestro país, pero que cada día se esfuerza por alcanzar la cima del turismo de aventura alrededor del mundo. Un lugar de origen volcánico que cuenta con nueve pequeñas islas dispersas en una franja de 600 kilómetros, a una distancia de 1.600 kilómetros de Portugal, en las que la naturaleza no deja de sorprender.

Santa María, San Miguel, Terceira, Graciosa, San Jorge, Pico y Faial, Corvo y Flores conforman Las Azores, que junto con los archipiélagos de Madeira, Canarias y Cabo Verde definen la región biogeográfica de la Macaronesia, que significa “islas afortunadas”. Y aunque es probable que la mayoría piense que se trata de un lugar de descanso, estos pequeños pedazos de tierra están llenos de aventura y diversión gracias a las múltiples actividades que ofrecen.

 

Una de ellas es el barranquismo, un deporte de descenso que se practica en cañones o cascadas. En las islas de San Miguel, San Jorge y Flores se puede llevar a cabo gracias a su diversa biodiversidad. Los recorridos siempre son muy variados e implican caminar, trepar y hasta nadar en medio de la selva o el bosque, dependiendo del ecosistema de cada isla.

Sin embargo, quizá la atracción que más les gusta a los visitantes de Las Azores son los recorridos por alguno de los 1.766 volcanes que alberga este lugar, de los cuales sólo nueve están activos. Gracias a la geografía de este archipiélago es posible observar los paisajes más bellos desde los altos miradores y descender a misteriosas grutas. Por supuesto, la exploración de estas cuevas, tanto para fines científicos como recreativos, debe realizarse junto a un guía especializado en espeleología y dotado de un equipo que incluye casco y arnés.

Siguiendo con la línea de lo extremo está el parapente. Desde el cielo se aprecian los cráteres volcánicos de Furnas, Lagoa do Fogo o Sete Cidades, y las playas y los acantilados costeros, que son las imágenes más sorprendentes de este territorio portugués. De hecho, la isla de San Miguel fue considerada por un jurado europeo como uno de los 60 lugares de Europa más bellos para el vuelo libre y cada agosto se celebra el Festival de Parapente de Las Azores.

Otro atractivo imperdible son las playas de las nueve islas, famosas en Europa por ser de las mejores para surfear. Adicionalmente, gracias a su posición privilegiada en medio del océano, son ideales para el avistamiento de ballenas. Justamente Las Azores se consideran uno de los mayores santuarios de este animal en el mundo. Pero no es lo único que se puede observar. Entre especies residentes y migratorias, alberga casi 24 tipos cetáceos, que van desde delfines hasta ballenas orca y jorobada.

Y si se quiere conocer más sobre la biodiversidad de este paraíso, el buceo también es una práctica extraordinaria en el archipiélago. Fácilmente se logra admirar la belleza marina que habita en medio de magníficas grutas y arcadas submarinas, aguas profundas, zonas costeras y restos de barcos que naufragaron hace cientos de años.

Y si en el agua los viajeros se quedan sin aliento, en tierra se maravillan todo el tiempo con lagunas que descansan sobre volcanes inactivos, aves migratorias, acantilados, enormes montañas y senderos adornados de árboles. Recorrerlos en rutas de distinto nivel de dificultad es uno de los programas predilectos de las familias. La invitación, entonces, es a aventurarse a explorar Las Azores sin miedo.

Artigo publicado na edição de 2 de Março do jornal El Espectador 

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